lunes, 4 de febrero de 2013

Entretenido con The Freddie Mercury Album: Artículo de fan por Paul Holmes


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Entretenido con The Freddie Mercury Album

por Paul Holmes
Noviembre de 1992. Había pasado menos de un año desde el prematuro fallecimiento de Freddie Mercury a la edad de 45 años. El aniversario se acercaba rápidamente, y el momento estaría marcado por una controvertida recopilación de nuevas remezclas de su breve catálogo solista.

Es fácil ver en retrospectiva que, aunque debía estar enmarcado en algo de respeto, el aniversario podría haber desencadenado fácilmente una oleada de fatiga inducida por [un exceso de] Mercury en el público. Queen había comenzado el año en la cima de las listas de simples con la reedición de Bohemian Rhapsody, mientras que el Greatest Hits II coronaba el duelo de la nación por su ídolo caído, retornando también al primer puesto en la temporada navideña.

Algunos meses más tarde, y Queen casi encabezaba las listas de álbumes otra vez, con el lanzamiento de Live At Wembley ’86. Anteriormente a eso hubo un concierto en nombre de Freddie en el mismo estadio, presentando una multitud estelar de grandes nombres interpretando clásicos de Queen ante una audiencia mundial de mil millones. Ese verano vió también una reedición de Barcelona (el dúo de Mercury con la soprano española Montserrat Caballé) alcanzando el número 2 en los 40 Principales del Reino Unido. Queen era más grande que nunca. Freddie, tal vez aun más.

Para este joven admirador en particular, a punto de celebrar su octavo cumpleaños, y para quien los eventos del 24 de noviembre de 1991 habían constituído una impactante presentación del concepto de duelo, el lanzamiento de The Freddie Mercury Album fue la mejor cosa posible en que gastar parte de su dinero de cumpleaños. El hecho de que sus padres lograron persuadir a una tienda de discos local para que les dieran un afiche promocional y una figura de cartón en lugar de tirarlos a la basura hizo que este álbum se sintiera aún más especial.

Había aquí una selección de canciones que nunca había escuchado antes, cantadas por ese increíble hombre que lo tenía paralizado desde que I Want It All se había estrenado en The Chart Show. Los nombres eran familiares de las revistas tributo, en las discografías (una palabra que apenase podía pronunciar, pero por la que ya estaba fascinado). Títulos como Your Kind Of Lover o Foolin’ Around significaban muy poco para él. Después de todo, tenía ocho años.

Pero Mr. Bad Guy… aquí sí había algo para alimentar la imaginación de un niño de escuela primaria que trataba de copiar el logo de Queen en su caja de lápices y que había reclamado para sí todos los discos de Queen que pudiera encontrar en tiendas de beneficiencia y puestos de segunda mano, entre la obtención de nuevos discos y videos como regalos de cumpleaños y Navidades, incluso antes de que este maravilloso hombre se haya ido en la flor de su vida.

El proyecto de Mr. Bad Guy parecía haber sido una mezcla de diferentes resultados para Freddie. En algunos momentos, su energía sin límite se esparcía en cuerpo y alma en el proyecto, creando algo de su mejor trabajo. En otros, como revela el excelente nuevo documental The Great Pretender por Rhys Thomas, ya estaba demasiado ocupado pensando en su próximo proyecto como para dar todo de él. Para el momento en el que el álbum salió, su desinterés, y la falta de cualquier promoción verdadera, lo hicieron hundirse sin demasiado rastro.

Aquí y entonces, había una oportunidad para que el público en general conociera más las canciones que no habían logrado iluminar las listas en 1985, junto a un selecto puñado de pistas adicionales para alargar la duración. Las cintas maestras originales de The Great Pretender y Love Kills estaban codo a codo con nuevas remezclas por Nile Rodgers, Ron Nevison, Steve Brown, Julian Raymond y Jeff Lord-Alge. Barcelona estaba también en la mezcla, como así, bastante curiosamente, Exercises In Free Love.

En retrospectiva, y con el advenimiento de los foros, ha quedado en claro que las nuevas versiones de las viejas pistas no contaban con la aprobación de algunos de los admiradores acérrimos de Queen, que bombardearon al representante de la banda, Jim Beach, con cartas amenazantes. Aun así, Freddie es citado diciéndole a Beach que él podía hacer lo que quisiera con su música, siempre y cuando no lo mostrara aburrido, y el álbum nunca podría ser acusado de eso.

Lo que está claro es que las técnicas de producción en Mr. Bad Guy son un gusto adquirido con el tiempo. Los arreglos pesados de sintetizadores al estilo de Donna Summer son escasos y huecos, y al volver a éstos tras las versiones de 1992 se han sentido siempre un poco crudos. Los mismos Queen retrabajaron dos pistas más de Mr. Bad Guy desde su base, convirtiéndolas en partes muy queridas de su canon, y aunque se realizaron esfuerzos similares para este lanzamiento, los resultados fueron generalmente mal queridos.

Seguro, hay discusión sobre que las versiones nuevas de canciones como Foolin’ Around, con sus baterías electrónicas y el sonido de teclados de los 90’s, se han desactualizado aún más que las originales, que parecen sumergirse dentro y fuera de la moda cada pocos años, cuando las estrellas del pop actuales deciden rendir homenaje a comienzos de los ‘80s. ¡Y nada grita tanto ‘1992’ como el Europop estilo 2-Unlimited de la remezcla de Let’s Turn It On por Jeff Lord Alge! Aun así, algunas pistas a las que no se les ha dado un retrabajo tan rutilante, brillan positivamente con la energía y la vibra que las originales nunca pudieron lograr del todo.

Ya una grabación brillante hecha para el proyecto Time de 1986, la remezcla por Ron Nevison de In My Defence es una sorpresa explosiva, mucho más cercana en estilo a una grabación de Queen que la original, y totalmente mejor por eso. Similarmente, escondido en su lado B había una fantástica remezcla roquera de Love Kills por Richard Wolf, que no puede equipararse a la original, pero lleva la canción hacia un nuevo territorio con resultados vastamente disfrutables.

Había más remezclas más allá de esto, y las que estaban contenidas en el álbum. Muchos años más tarde, la versión estadounidense [y canadiense] del álbum, apodada The Great Pretender, sería relanzada en el Reino Unido y brindaría en ésta poderosos retrabajos de The Great Pretender y My Love Is Dangerous, que ofrecían refinadas tomas de las gemas del catálogo pasado de Mercury. Al año siguiente, otra nueva remezcla se encontraría encabezando la lista de simples del Reino Unido: la toma de Living On My Own por No More Brothers dejaba en vergüenza al mezquino puesto 50 de la versión original.

A medida que transcurren los años, y las aventuras musicales de Mercury fuera de Queen reciben nueva luz a través de un nuevo sello discográfico e incluso un retrabajo orquestal completo de su superlativo proyecto Barcelona, es fácil olvidar el impacto que The Freddie Mercury Album tuvo en el público británico, y en aquellos que eran demasiado jóvenes para recordar las canciones cuando aparecieron por primera vez.

Para este joven admirador, las canciones contenidas en estos dos vinilos estaban destinadas a perdurar en la memoria, grabadas en dos lados de una casete C90 para escucharlas en su walkman, y cantarlas a todo pulmón cada vez que se daba la oportunidad. Y, no sorpresivamente, Mr. Bad Guy se transformó en un favorito instantáneo. Despojado de su falsa orquesta, pero suplementado con percusión rellena y un trabajo de guitarra riff-tástico, la pista era todo lo que yo había anticipado y un poco más. Aun así sus letras me confundían y me fascinaban. ¿Realmente Freddie se veía como un villano? ¿Lo era realmente?

Exactamente así era cómo algunos querían verlo, pero una voz así de hermosa, diferente a cualquier cosa que hubiera escuchado antes (o que haya escuchado desde entonces), no podía jamás pertenecer a alguien malo. A medida que maduré, y aprendí más y más acerca del hombre que forjó mi paisaje musical, me di cuenta que Freddie Mercury era muchas cosas, pero ciertamente no un chico malo.

Y tampoco The Freddie Mercury Album fue el crimen contra la música que muchos aficionados parecieron pensar que fue, y que quizás continúan creyendo que es. Ha habido mejores retrospectivas de su catálogo pasado en los últimos quince años, y sin duda habrá más por venir. Sin embargo en 1992, este disco era exactamente lo que Don Nadie necesitaba para enamorarse por fin de su trabajo solista. Aunque seguramente ya no sea una rotación regular en los tocadiscos, reproductores de CDs o -más precisamente para estos días- iPods de la gente, permanece como una cápsula del tiempo casi perfecta de ese lapso extraño en el que casi no podíamos creer que se había ido, y le dábamos la bienvenida a cualquier excusa que nos hiciera suponer que nuestro viejo y querido Fred seguía dando vueltas. Que así sea por largo tiempo.

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